13.10.07

Los Largos Estertores

Comentarios a propósito de "Radio Ciudad Perdida" de Daniel Alarcón

Por Anahí Durand Guevara




¿Existe una literatura de posguerra? Pareciera ocioso responder esta pregunta, quizá lo único que existen son justamente nuestras guerras; largos periodos de violencia en que todas las fracturas irresueltas que cargamos como país estallan haciendo pedazos la frágil certeza de un nosotros. Luego, cuando pasa lo más álgido del conflicto y se ensayan pactos y pacificaciones, los enfrentamientos armados cesan pero quedan secuelas que nos acompañan devolviéndonos al horror y el sufrimiento vivido...Los familiares muertos, las vecinas violadas, los compañeros presos, los amigos desaparecidos... Eso queda, alimentando pesares y rencores más aun cuando la paz se sella sin diálogo y desde el poder se avala la impunidad impulsando el olvido.

La literatura y el arte en general abren brechas a estos silencios oficiales, enunciando estos "pendientes" del conflicto. Esfuerzos por la memoria al fin y al cabo donde realidad y ficción cruzan y se intersectan retratando intensas historias individuales envueltas en dramas colectivos. Parejas separadas, pueblos enfrentados, familias desplazadas y saldos de batallas sin ganador posible. "Radio Ciudad
Perdida" nos habla de todo ello presentándonos la densa realidad de un país que sobrevive como puede a su posguerra. Convivir con ausencias, sortear las sospechas, esperar vanamente alguna noticia de aquellos que desaparecieron se vuelve cotidiano, al tiempo que se descubren secretos íntimos empañados hasta ese entonces por la convulsión de la violencia.

La novela fluye sin problemas y revela poco a poco una cadena de encuentros y desencuentros que enlazan a personajes aparentemente disímiles pero signados todos por la huella indeleble de la guerra. El punto de partida es la historia de una pareja de profesionales donde el marido mantiene una vida paralela de colaboración con la insurgencia. Sus viajes clandestinos a un pueblo de la selva terminan
con su desaparición y muerte en manos de los soldados mientras en la ciudad su esposa sobrevive a su ausencia abocada a su trabajo como locutora en un programa de radio que ayuda a la gente a encontrar a sus seres queridos. La llegada a la radio de un niño con los nombres de los desparecidos de su pueblo, es el detonante para que la mujer hilvane retazos de su vida conyugal que acaban por revelarle lo poco
que sabía del hombre al que amaba y del mismo país en que vivían.

"Radio Ciudad Pérdida" discurre en un país que nunca se nombra,apelando a un recurso literario que juega con la territorialidad para dotar de mayor universalidad a la obra. Sin embargo, mientras Alarcón opta por la vaguedad espacial en el plano temporal hay un empeño por enumerar meses y años de cada acontecimiento en un derroche de contabilidad que puede hasta confundir un poco. Si bien esto no
desmerece la novela, no alcanza la elaboración que logra la construcción de los personajes y sus historias entrelazadas. Norma, una periodista que sobrevive a la desaparición de su esposo, encarna uno de los rostros más terribles de la guerra; privar a alguien de la tangibilidad del otro, de la posibilidad de asirlo cuando y donde se quiera es una forma de castigo que vulnera en lo más intimo nuestra
necesidad de contacto, de certezas…La prisión, el destierro y la desaparición forzada son formas organizadas de ausencia que suelen traer consigo las posguerras…Y como toda ausencia que se intuye impuesta es una invitación a la espera Norma no pierde las esperanzas de volver a ver a su marido. La angustia ante la incertidumbre y la desazón por no saber todas las vidas de la persona amada, son
dimensiones de Norma muy bien retratadas en la novela. Convence menos sí la aureola de ubicuidad que envuelve su papel de locutora de noticias, lo mismo que la fidelidad en cuerpo y alma al recuerdo de su marido. A ratos Norma encarna un estereotipo de mujer que sobrelleva incondicionalmente las mentiras conyugales amando si preguntas al marido politizado…Esta docilidad, sumada a una impasible neutralidad ideológica resultan difíciles de hallar en alguien que como Norma vive
una realidad tan convulsa.

El esposo de Norma, Rey me resulta mucho más convincente y retrata muy bien a quienes como él, de un modo u otro, tomaron parte activa en el proceso de violencia. Rey esta lejos de ser un militante convencido, es un ser ambiguo y hasta escéptico pero que no es ajeno a la convulsión de su tiempo. Dado el momento de decidir Rey lo hace y opta por la insurgencia. Desde entonces ya no existe punto de retorno; cada
acción que realiza lo liga mas a esa apuesta…no hay una fuerza externa que lo obligue, es lo que se va tejiendo: los compañeros caídos, la represión que arremete, la sensación justiciera, son algunos de los elementos que lo llevan a colaborar justificando su doble vida colmada de verdades a medias y frágiles silencios. Finalmente la guerra atrapa a sus protagonistas en su vorágine de crueldad y la pacificación se impone a sangre y fuego. No hay la más mínima compasión con los
vencidos, y a la derrota militar se suma una peor; la desazón moral de no saber si la apuesta por la que se arriesgó la vida fue realmente la correcta. Hay quienes se niegan a dejar las armas y deambulan por la selva ignorando que, como lo dijo el coronel Aureliano Buendía, es más difícil terminar una guerra que empezarla. Hay otros, como Rey, que no tienen tiempo de negarse ni rehacer sus vidas y son acribillados por la fuerza vencedora terminando sus días en cualquier río de la
Amazonía.

Que Alarcón escriba en ingles y luego sea traducido no es algo que desmerezca o interrumpa la lectura, tampoco el hecho de que sea peruano y a la vez gringo. Finalmente creo que el autor consigue su objetivo: entregarnos una historia bien armada que nos interpela sobre los largos estertores que son nuestras posguerras… La novela conmueve sin caer en esa innecesaria gravedad que algunos consideran
indispensable al momento de abordar temas políticos o sociales… Conmueve por que nos habla de nosotros mismos, de las abismales brechas sociales que persisten y las heridas abiertas que ha dejado en tantos la violencia. En el Perú por lo menos, la etapa de violencia es un tema pendiente del que aun no nos hemos sincerado lo suficiente.
Por eso resulta sumamente importante que desde la literatura se hable de ello, se escriba, se cuestione, se indague en que paso, que tiene que pasar para que amigos, vecinos de un mismo barrio, de una misma comunidad terminen enfrentados hasta la muerte. Supongo que finalmente ese es el mayor valor de una novela, cuestionarnos sobre la inabarcable y compleja condición humana.

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